Yo tenía ocho años cuando se fue mi mamá. Recuerdo que era un primero de junio (dia del niño) tremendo regalo que me dieron no? Bueno mi mamá se fue, a olvidar la muerte de mi padre un año atrás, a buscar un futuro mejor para mi hermano y para mí o talvez ambas. No lo sé, pero en lo que a mi respecta me quedé con una tía en un pueblito apartado, donde fui a una escuela fiscal.
Quien iba a creer: Yo hija de un juez de lo penal, que había estudiado en una de las mejores escuelas de Quevedo, con una familia que antes tenía una posición económica media tirando a alta, pasé a ser una cifra más en los índices de niños con familias destruidas por la migración.
Viví allí menos de un año. Salí a comprar al centro en una camioneta con gente desconocida, regresé con paquetes que pesaban más que yo, me bañé en un pozo no en un baño, hice mis "asuntos" en la tierra, aprendí a defenderme así sea a golpes de los demás, fui acosada del modo en que te puede acosar un primo mayor que tú.... Y una serie de cosas que solo los hijos de migrantes sabemos que pasan. Mi mamá mandaba dinero para pagar las cosas que había dejado empeñadas. Dinero que mi tía retiraba y usaba para comprar comida, esmaltes, lapíz de labios, cosas para sus hijos y rara vez una para mí. De esto me enteré un año después cuando en una navidad que me mandaron a visitar a mis abuelos paternos en Guayaquil, decidí quedarme.
Mi mamá aceptó, o no sé si fue mamá quien pidió que me acojan aquí. El punto es que me quedé en la ciudad que me había visto nacer. Con mis abuelos de clase media- alta, mi prima que ahora es com mi hermana, mis tíos que nunca se meten en nada (solo cuando les conviene) y mi hermano que no sé porqué motivo no me quería muy cerca que digamos. Cuando llegué aquí tenía nueve años recién cumplidos, pero ya sabía mucho de la vida y de las personas. Es más empecé a saber de todo un poco a muy temprana edad, y si hay algo que debo agradecerle a mi estadia en Mocache, es el haberme enseñado el significado de las palabras pobreza y humildad. Aprendí a no ser caprichosa, a apreciar lo que tengo y que a veces mucha amabilidad y cortesía, no son verdaderas.
Los últimos nueve años de mi vida los he pasado aquí, en un colegio donde en un inicio no fui bien recibida (me ponían apodos, me barajaban y a veces con razón porque hay que admitir que era una salvaje) Más de una vez le pegué a algún compañero y mordí a una amiga, pero con el tiempo y aprendí a que hay otras formas de solucionar las cosas, primero con la ley de ojo por ojo diente por diente, pero ahora que he evolucionado aún más sé que el tiempo se encarga del mal que te hagan.
Ahora que tengo 18 años, que me siento estable, que tengo todo lo que una vez tuve, viene una vez más la maldita búsqueda de la dignidad a quitarme todo y pretende hacer que comience de nuevo.
Me vieron la cara con la misma mentira de que este año te vas a Barcelona, ya este año, no mejor este y han pasado cerca de 6 años desde la primera vez que me dijeron eso y aún nada. Este año ya me gradué, adelantada sin fiesta ni ceremonia de graduación todo ¿para que? Para que los perros del consulado no se dignen en darme una respuesta todavía. Y mis compañeros preguntando: ¿Cuando te vas? ¿Ya sabes cuando te vas? y yo: NO SÉ.
Este viaje estúpido es una de las razones por las que no sé si tengo aún novio o no, no puedo pensar en una universidad, no puedo comprar un vestido de graduación, no me fui el viaje de fin de curso... Todo por la digna ciudad de Barcelona.
Quien iba a creer: Yo hija de un juez de lo penal, que había estudiado en una de las mejores escuelas de Quevedo, con una familia que antes tenía una posición económica media tirando a alta, pasé a ser una cifra más en los índices de niños con familias destruidas por la migración.
Viví allí menos de un año. Salí a comprar al centro en una camioneta con gente desconocida, regresé con paquetes que pesaban más que yo, me bañé en un pozo no en un baño, hice mis "asuntos" en la tierra, aprendí a defenderme así sea a golpes de los demás, fui acosada del modo en que te puede acosar un primo mayor que tú.... Y una serie de cosas que solo los hijos de migrantes sabemos que pasan. Mi mamá mandaba dinero para pagar las cosas que había dejado empeñadas. Dinero que mi tía retiraba y usaba para comprar comida, esmaltes, lapíz de labios, cosas para sus hijos y rara vez una para mí. De esto me enteré un año después cuando en una navidad que me mandaron a visitar a mis abuelos paternos en Guayaquil, decidí quedarme.
Mi mamá aceptó, o no sé si fue mamá quien pidió que me acojan aquí. El punto es que me quedé en la ciudad que me había visto nacer. Con mis abuelos de clase media- alta, mi prima que ahora es com mi hermana, mis tíos que nunca se meten en nada (solo cuando les conviene) y mi hermano que no sé porqué motivo no me quería muy cerca que digamos. Cuando llegué aquí tenía nueve años recién cumplidos, pero ya sabía mucho de la vida y de las personas. Es más empecé a saber de todo un poco a muy temprana edad, y si hay algo que debo agradecerle a mi estadia en Mocache, es el haberme enseñado el significado de las palabras pobreza y humildad. Aprendí a no ser caprichosa, a apreciar lo que tengo y que a veces mucha amabilidad y cortesía, no son verdaderas.
Los últimos nueve años de mi vida los he pasado aquí, en un colegio donde en un inicio no fui bien recibida (me ponían apodos, me barajaban y a veces con razón porque hay que admitir que era una salvaje) Más de una vez le pegué a algún compañero y mordí a una amiga, pero con el tiempo y aprendí a que hay otras formas de solucionar las cosas, primero con la ley de ojo por ojo diente por diente, pero ahora que he evolucionado aún más sé que el tiempo se encarga del mal que te hagan.
Ahora que tengo 18 años, que me siento estable, que tengo todo lo que una vez tuve, viene una vez más la maldita búsqueda de la dignidad a quitarme todo y pretende hacer que comience de nuevo.
Me vieron la cara con la misma mentira de que este año te vas a Barcelona, ya este año, no mejor este y han pasado cerca de 6 años desde la primera vez que me dijeron eso y aún nada. Este año ya me gradué, adelantada sin fiesta ni ceremonia de graduación todo ¿para que? Para que los perros del consulado no se dignen en darme una respuesta todavía. Y mis compañeros preguntando: ¿Cuando te vas? ¿Ya sabes cuando te vas? y yo: NO SÉ.
Este viaje estúpido es una de las razones por las que no sé si tengo aún novio o no, no puedo pensar en una universidad, no puedo comprar un vestido de graduación, no me fui el viaje de fin de curso... Todo por la digna ciudad de Barcelona.
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